Diario de viaje
Recorriendo Bolivia en buena compañía (I)
10 agosto, 2018
Amigos ViajandoxlaGRANAmerica
Nada más entrar en Bolivia nos encontramos con otros viajeros en Tupiza. Recorrimos Bolivia con nuestros amigos Seba y Juli de Lanús (Buenos Aires). Viajan en un vehículo un poquito más grande que el nuestro, con baño y todo. Cumplen el estereotipo de argentino, él contador y ella psicóloga. Como nosotros, decidieron dejarlo todo un tiempo para viajar. Su viaje se llama ViajandoxlaGRANAmerica. Para el que como yo sea un analfabeto del fútbol argentino, su nombre tiene que ver con Lanús. Para financiar su viaje venden unos lindos atrapasueños y pulseritas que hacen ellos.
En seguida pegamos onda porque en las largas y frías noches del altiplano no encontramos mejor cosa que hacer que jugar a las cartas. Nosotros les enseñamos a jugar al mus y a la pocha y ellos me enseñaron a mí a jugar al truco. La verdad es que después de casi un año viajando echábamos de menos tener amigos y ver las mismas caras todos los días. A mi me costó un poco el truco y a Juli le costó el mus, pero en cuanto le pillamos el truco no paramos de ganar. Somos las reinas del mus y del truco 😊
En Tupiza nos fuimos acostumbrando a la nueva idiosincrasia
Una de las primeras ciudades al cruzar la frontera fue Tupiza. Es un buen lugar para irse acostumbrando a Bolivia; a la altura, a los mercados, a que no te quieran cargar gasolina; en un post anterior ya hablamos de la diversidad cultural de Bolivia. Lo más lindo de Tupiza es el sillar, unas montañas muy bonitas. Y más, si tus nuevos amigos tienen un disco para cocinar.
La Luna iluminando el salar es algo mágico
Nos vino genial encontrarnos con Seba y Juli porque queríamos entrar al salar de Uyuni con la kombi, y entrar solos nos daba un poco de miedo. Cuando llegamos a Uyuni nos dijeron que no se podía entrar, que había que contratar un guía sí o sí. Como no nos gusta que nos digan que no, y queríamos pasar la noche en medio del salar, fuimos hasta una de las entradas. Estaba un poco complicado, había bastantes pozas de agua. Pero entramos detrás de los jeeps turísticos y después sin problema. Era época seca y en el suelo había claramente huellas que podíamos seguir. Llegamos hasta la isla Incahuasi en medio del salar. Estar rodeado de sal es algo extraño, parece nieve realmente. Y tener la oportunidad de ver el salar iluminado por la luna de noche es algo mágico. Lo malo es que hacía bastante frío, unos 0ºC. Me quedé con las ganas de ver el salar en la época de lluvias, entre enero y marzo, es cuando puede verse lleno de agua y el reflejo del cielo. Lo que siempre puedes hacer en cualquier época del año es hacerte fotos jugando con la perspectiva, salen cosas muy divertidas.
El salar de Uyuni es uno de los lugares más impresionantes del mundo. Una de las maravillas de la naturaleza que hay que visitar por lo menos una vez en la vida. Es un desierto de sal de 10.582 kilómetros cuadrados. Es como si llenáramos Asturias de sal. También es la mayor reserva mundial de litio del planeta, con más del 50% de la reserva mundial.
Mi mama dice que valgo un Potosí
Nuestra ruta nos llevó hasta Potosí. Mi madre siempre me ha dicho que yo valgo un potosí, así que tenía mucha curiosidad por visitar esta ciudad. Potosí fue una de las ciudades más ricas del mundo en sus tiempos de gloria. Es la segunda ciudad más alta del mundo con más de 100.000 habitantes, por detrás de El Alto en la Paz, está a unos 4.000m. Cuesta pasear por sus calles, que valga la redundancia están todas en cuesta. La ciudad está a los pies del Cerro Rico, o Súmac Orcco (hermoso cerro) como lo llamaban los originarios de la zona. Este lugar siempre ha sido un lugar de culto para los habitantes de la zona, allí se celebra el solsticio de invierno. Manejar por la ciudad era un infierno, y más si como nosotros vas en una kombi que sube a menos de 20km/h las cuestas a 4000m.
Se cree que el nombre de la ciudad viene de la época de Huayna Cápac, unos 80 años antes de la llegada de los españoles. Éste mandó a gente a buscar plata en el cerro rico, pero se oyó un estruendo y una voz que decía “No saquéis la plata de este Cerro, porque es para otros dueños”. Volvieron a contarle a Huayna Cápac que habían oído un estruendo o “Potocsi”. No tocaron el cerro, para ellos la plata no tenía demasiado valor, sólo servía para adornar sitios y ritos religiosos, no merecía la pena correr el riesgo. Aunque la otra hipótesis me suena más verídica, y es que los originarios de la zona le llamaron Orcco Poctocchi, que quiere decir cerro que brota plata.
En su época esta ciudad, gracias a la mina de plata, fue una de las más ricas del mundo. Los españoles que vivían en la ciudad vivían a todo lujo. En esa época la ciudad ya tenía treinta y seis iglesias. Sin embargo, la población indígena mientras tanto sufría mucha explotación. La ciudad se vino a menos a partir de 1650, cuando la producción de plata empezó a agotarse. Más tarde la producción de estaño salvó a la ciudad.
Lo que más nos gustó fue hacer una excursión al cerro rico, a las minas de plata. A uno le queda un sabor agridulce tras la visita. Por un lado, es muy interesante poder entrar en una mina de verdad, donde los mineros están trabajando. Por otro lado, es muy triste ver las condiciones en las que trabajan. A penas había seguridad en la mina y no tenían buenos seguros de salud. La verdad es que era complicado respirar allí dentro por el polvo, y más con la altura. Daba un poco de miedo cuando hacían explotar las dinamitas y se sentía temblar el cerro. Los mineros en general eran muy supersticiosos, tenían altares a los tíos de la mina por toda la mina. Fuera de la mina eran católicos, pero dentro de la mina le confiaban su vida a la pachamama y a los tíos. Estos eran figuras a las que le pedían más plata y menos muertes en la mina. Les hacían ofrendas de hojas de coca, tabaco y alcohol. El origen de estas figuras se remonta a la época de los españoles, que metieron unas figuras demoniacas dentro de la mina para atemorizar a los indígenas y que no dejaran de trabajar.
La mina que visitamos era una mina comunitaria, cada minero tenía que comprarse sus materiales e incluso su dinamita. En Potosí se puede comprar dinamita como chocolatinas. De hecho, en los ríos de alrededor hay señales que dicen “Prohibido pescar con dinamita”. Los mineros no ganan demasiado, y en muchos casos se gastan lo que ganan en alcohol. Hay muchos problemas de alcoholismo en la ciudad.
Una lavandería en aguas termales
Nos enteramos que cerca de Potosí había unas aguas termales, y con el frío que hacía nos venía bien un poquito de agua caliente. La sorpresa cuando llegamos fue que tenían una lavandería allí montada. Y si lo piensas es lógico. En las zonas rurales hay casas que no tienen agua corriente y mucho menos agua caliente. La gente iba allí a lavar, sobre todo mantas, peluches y cosas grandes. Así que nosotros también aprovechamos para lavar. Además de la zona de lavandería, por suerte también había unas piscinas en las que poder relajarse.
Sucre, la ciudad de los cuatro nombres
Ya llevábamos unas semanas en el altiplano con bastante frío, así que nos fuimos hacia la zona de los valles. Nuestro siguiente destino era Sucre, la ciudad de los cuatro nombres. La ciudad blanca, una de las ciudades más bonitas de Sudamérica. Chuquisaca era su nombre original, después llamada La Plata por los españoles. Es la capital histórica y constitucional de Bolivia, y fue declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Aquí se produjo el primer grito libertario de América en 1809. Muchos de los libertadores de América estudiaron aquí derecho.
Es una ciudad totalmente distinta a Potosí y el resto de los lugares en los que habíamos estado. Una ciudad colonial, muy cosmopolita y con grandes y lindos edificios. Entramos a un supermercado después de semanas comprando en los mercados, y era una sensación familiar agradable. Me encantan los mercados, pero echaba de menos comprar en un lugar familiar y ordenado.
Lo mejor de la ciudad es subir a los miradores y ver cómo se asienta la ciudad sobre diversos valles y colinas. Aunque ya no estábamos en el altiplano tampoco creáis que estábamos a nivel del mar, estábamos a unos 2.800m, y en una ciudad en cuesta se notan. En los alrededores de la ciudad se encontraron las huellas de dinosaurio más grandes y el rastro más largo del mundo.
El mercado más grande de Sudamérica
Siguiendo por los valles llegamos a Cochabamba en las fiestas del Carmen. Me sorprendieron mucho el colorido y los bailes de las procesiones. Estoy acostumbrada a las sobrias y aburridas procesiones del norte de España. Esto más que una procesión parecía carnaval. A parte de subir al cristo de la concordia para ver las vistas de la ciudad, lo mejor de Cochabamba es perderse por sus mercados. Tiene uno de los mercados más grandes de Sudamérica, cuadras y cuadras por las que deambular y curiosear.
Bolivia, un país de diversidad
Fue genial recorrer Bolivia con amigos y compartir nuestras aventuras. Lo que más nos gustó de Bolivia fue su gran diversidad, en sus comidas, en sus bailes, en sus paisajes, en sus costumbres, en sus culturas y en su gente. Cada nuevo lugar que visitamos era distinto del anterior. De Cochabamba nos fuimos hacia La Paz, pero eso es para el siguiente post.