Diario de viaje
Recorriendo Bolivia en buena compañía (II)
17 agosto, 2018
Los Teleféricos de La Paz
En el post anterior, ya hablamos de las primeras ciudades que recorrimos en Bolivia, ahora nos falta hablar de su capital y de los atractivos que la rodean.
Llegar a La Paz desde El Alto es algo que impresiona mucho. Uno va manejando tranquilamente por el altiplano, se encuentra con la ciudad de más de 100.000 habitantes más alta del mundo, y de repente uno ve otra ciudad a sus pies. Al llegar al borde de El Alto uno encuentra un valle lleno de casas por todas partes a los pies de tres grandes montañas, de tres apus: el Illimani, el Mururata y el Huayna Potosí. Cuenta la leyenda que Illimani y Mururata eran dos incas que luchaban por el amor de una mujer, y mirando a los cerros queda claro quién ganó ya que Mururata se quedó sin cabeza. Uno puede ver toda la ciudad desde el aire recorriéndola con los teleféricos. Parece que vas a ir a esquiar, los teleféricos son muy modernos, empezaron a hacerlos en 2014.
Un día estábamos en La Paz con nuestra kombi y un chico se acercó y nos invitó a cenar en su restaurante. Estas invitaciones espontáneas ya nos han ocurrido varias veces en el viaje y ¡nos encantan! El chico era argentino, había sido viajero, y tenía un restaurante de cocina de autor en el que cenamos genial. Es un lugar que recomendamos porque además sus precios eran asequibles (Toga).
El comercio informal de El Alto
En El Alto, los jueves y domingos, se hace uno de los mercados al aire libre más grande de Sudamérica. Dicen que tiene hasta cien cuadras, la verdad es que yo me aburrí antes de llegar a las cien así que no puedo corroborarlo. Es un caos de gente vendiendo de todo, desde animales hasta muebles para el baño. Se dice que alguien llegó a comprar un motor de un avión. Y es que El Alto es una ciudad que vive principalmente del comercio informal, se maneja mucho dinero en estos mercados, y en los últimos años la gente de la ciudad ha aumentado su poder adquisitivo. De hecho, está de moda construir cholets, como un chalet pero encima de un edificio y todo de colores llamativos y muy ostentoso.
Hacia Coroico, por la "Carretera de la Muerte"
Para descansar un poco del frío y la altura de la Paz, nos fuimos a Coroico. Vera como una campeona batió su récord y subió a 4.600m para bajar después por la ruta de la muerte hasta los 1.000m. La verdad es que en época seca y hoy en día, que es sólo para turistas, no es tan de la muerte. Pero sí es una ruta preciosa que merece la pena, eso sí con calma y paciencia.
Lo mejor de Coroico, a parte del calorcito, son las pozas de agua. Ir a las pozas es fácil porque es casi todo en bajada, y volver tampoco fue complicado porque en la subida fuimos agarrando mandarinas de los árboles. Estaban buenísimas, la fruta robada sabe mejor. ¡Nunca en mi vida había comido tantas mandarinas!
Lo que más me llamó la atención fue ver cholitas de origen afro-boliviano. Me resultaron curiosas sus diminutas trenzas porque su pelo no daba para mucho más.
Tiwanaku, unos restos arqueológicos llenos de incógnitas
Uno no pude irse de Bolivia sin visitar uno de los restos arqueológicos más antiguos, Tiwanacu. ¿Cómo de antiguo? La verdad es que no está muy claro, hay varias versiones y cada persona te cuenta la suya. La oficial dice que se remontan a unos 1.500 años a.c. Hay mucha controversia sobre el origen y la antigüedad de Tiwanacu. Arthur Posnansky llegó a estimar su antigüedad en 15.000 a.c. basándose en datos astronómicos, pero hoy en día no se consideran acertados sus cálculos.
Lo más impresionante de Tiwanacu es Pumapunku, restos de un templo con rocas en forma de H. Lo increíble de estas rocas es su textura, son completamente lisas y además todas iguales. Dicen que es cómo si las hubieran hecho con un molde. No se sabe exactamente qué técnica utilizaron. El resto de las ruinas tampoco te deja indiferente. Hay un templo semi subterráneo con esculturas que representan rostros de distintas etnias. Además, los templos están construidos con rocas traídas de una cantera lejana, cerca de la frontera con Perú. Lo extraño es que se han encontrado rocas a medio excavar y de camino a las ruinas. Es como si el trabajo se hubiera interrumpido de repente. Otra incógnita más que alimenta las teorías de amigos alienígenas.
Un centro astronómico misterioso
Recientemente la UNESCO ha hecho un estudio de la zona arqueológica con fondos japoneses. Con drones han barrido todo el área y han llegado a la conclusión de que sólo hay desenterrado un 10% de los restos. Debió haber algún problema con el gobierno boliviano y no se ha vuelto a hacer nada. La UNESCO entregó su informe hace unos meses y no se ha hablado en ningún momento de seguir excavando o investigando.
Se cree que Tiwanacu pudo ser un centro astronómico. Uno de sus templos está perfectamente alineado con los solsticios y los equinocios. Sus templos representan la cosmovisión andina, donde existen tres niveles. El Uku Pacha o mundo de abajo representado por la serpiente. El Kay pacha o mundo de aquí representado por el puma. Y el Hanan Pacha o el mundo de arriba representado por el cóndor.
La verdad es que las ruinas están en general mal conservadas y mal explicadas. Por suerte conocimos a Manuel de la Torre que nos acogió en su casa y nos contó muchas cosas sobre el lugar. Él es astrónomo y se ha pasado gran parte de su vida estudiando la relación de las ruinas con la astronomía y las constelaciones andinas. También coincidimos con su amigo Dieter, un alemán que lo dejó todo para venir a Tiwanacu e investigar sus grandes incógnitas. Él cree que un gran cataclismo o algo ocurrió para que el trabajo se interrumpiera, y cree que puede estar relacionado con algo similar que ocurrió en las pirámides de Egipto.
Un lindo pueblo, a los pies de las montañas
Al salir de la Paz pasamos por Peñas, un lindo pueblo a los pies de las montañas. Aquí murió Tupac Katari, un líder aymara que luchó contra los incas y los españoles. Allí estuvimos en una escuela de Turismo que puso en marcha el cura de la Iglesia del pueblo, un tipo muy simpático que acogía viajeros y amantes de las montañas. Conseguían financiación desde Italia para pagar los gastos de los chicos que estudiaban allí, la mayoría chicos de los pueblos de la zona con pocos recursos. Uno de ellos nos llevó hasta unas pinturas rupestres. Él nació en un pueblecito a 4.900m y su sueño era convertirse en guía de montaña internacional. Nos enseñó también los escondites de Tupac Katari y la entrada de los túneles que había construido con supuesta salida en Cuzco y el Lago Titicaca.
Última ciudad en Bolivia: Copacabana
De camino a Copacabana paramos en el museo Kontiki, a los pies del lago Titicaca. Kontiki fue el nombre de una expedición que llevó a cabo un noruego para probar su teoría de que la Polinesia podía haber sido habitada por andinos. Estuvimos en la casa de la familia aymara que ayudó a Thor Heyerdahl a construir la embarcación que le permitió probar su teoría. Si no conocéis la historia os recomiendo la película, aunque no mencionan para nada a las personas que construyeron el barco. Esta familia construía hermosas embarcaciones de totora, unos juncos muy resistentes. Fue muy interesante escucharles hablar sobre las numerosas expediciones para las que han construido barcos.
Llegar a Copacabana no es tan sencillo, hay que atravesar el estrecho de Tiquina. Tuvimos que subir la kombi a un barco que no parecía muy estable. De hecho, vimos a una de las embarcaciones achicando mucha agua. Nosotros subimos a un barco con un autobús, y se movía bastante. Confiamos en la embarcación y llegamos al otro lado sin problemas. Sin embargo nuestro miedo estaba justificado, nos enteramos que dos días más tarde se había hundido uno de esos barquitos.
Las fiestas locas de Copacabana
Llegamos a Copacabana en plenas fiestas, unas de las fiestas más importantes de Bolivia. Aunque la mayoría de gente que iba eran peruanos. Tuvimos la sensación de estar ya en Perú, hasta podías pagar en soles en lugar de bolivianos. Eran unas fiestas multitudinarias, había gente por todas partes. Para mí fueron unas fiestas totalmente diferentes a cualquier cosa que hubiera visto antes. Para empezar todo el mundo decoraba sus autos para challarlos o bendecirlos, en algunos casos chamanes y en otros los propios curas que se paseaban a las orillas del lago. También se les tiraba a los autos bebida y alcohol por encima. Otra de las tradiciones era ir a la boca del sapo, allí había una fila kilométrica de gente esperando para reventar una botella en una piedra con supuesta forma de sapo. La verdad es que me pareció horrible, era una manera innecesaria de contaminar el lago y dejarlo lleno de cristales. También se hacía fila para subir al cerro y ver a la virgen. La gente compraba casas de cartón, coches de juguete y dinero de mentira para pedirle a la virgen lo que cada uno quisiera. Había otros que en lugar de pedirle a la virgen pedían a los chamanes que les challaran, era curiosos como lo católico y lo pagano compartían espacio. También vimos mucha gente que dibujaba con velas aquello por lo que pedía.
Desde Copacabana fuimos a la isla del Sol y la isla de la Luna. Son lindos lugares para pasar unos días lejos del ajetreo del resto del mundo. En las islas hay pequeños asentamientos de las comunidades que viven en el lugar y restos incas.
Bolivia, un país de gran diversidad
Lo que más nos gustó de Bolivia fue su gran diversidad, en sus comidas, en sus bailes, en sus paisajes, en sus costumbres, en sus culturas y en su gente. Cada nuevo lugar que visitamos era distinto del anterior. Era extraño cómo podías pasar en pocos kilómetros de estar en el altiplano a 4.000m de altura pasando frío a estar a 1.000m en los valles en bañador en las pozas de agua.
Atravesamos Bolivia en plenas vacaciones de invierno, por lo tanto las escuelas estaban cerradas. Entre eso, y que no teníamos apenas contactos en el país, no tuvimos oportunidad de dar muchas charlas. Pero al llegar a La Paz eso cambió, allí tuvimos una gran acogida.
Desde Copacabana cruzamos a un país no tan desconocido para nosotros, Perú.